Manifiesto del cuidado
Y cuando no nos cuidamos, o no cuidamos nuestro entorno, o no cuidamos a nuestra gente, es que algo está fallando y hay que ahondar para encontrar esa piedra que ha estancado nuestra vida, nuestra vida que es nuestra principal creación y la obra de arte más única, más original y más increible que se pueda concebir.
Cuántas veces hacemos cosas que sabemos que no son buenas para nuestro cuerpo. Y repetimos este comportamiento porque el don de cuidar está escondido en algún baúl, cogiendo polvo, estornudando de puro olvido.
Cuántas veces hacemos cosas que sabemos que no son buenas para nuestro espíritu. Apartamos lo que de verdad nos llenaría porque tenemos miedo de lo que no da la impresión de ser tan seguro como aquello que está más aceptado. La barriga llena, la cuenta bancaria sin números rojos, la cama que nos espera al final de cada jornada. Pero si no hacemos caso de la inspiración que nos mendiga unas migajas, tendremos acidez estomacal, dinero que jamás podrá comprar la satisfacción y la salud y una almohada donde revolver la cabeza insomne de ansia y culpa cada noche.
Cuántas veces no saludamos a quien conduce el autobús, y hablamos con antipatía, tratamos con superioridad, no estamos allí para los que nos necesitan, dejamos de tener detalles mágicos con nuestra gente, cuántas veces no compartimos, el miedo o la comodidad nos impiden defendrenos. Cuántas veces se nos olvida que no somos ni más ni menos que nadie, que tenemos algo especial y que no lo sacamos generalmente por miedo, pero que una vez fuera, nos hará mejores, no porque podamos con todo, sino porque, estaremos más alertas, con los instintos más despiertos y el ama bien alimentada.
Las personas somos seres maravillosos porque al igual que otros animales, tenemos el don de cuidar. Y tenemos que aplicarlo a las pequeñas y grandes cosas. Es una obligación moral, sobretodo de la gente que no está cegada por el poder y que ve más allá del billete o del misil.